En el pueblecito costero donde viven dos hermanos hay un tipo que tiene un bazar de trastos viejos y un taller donde arregla pequeños cachivaches estropeados. Acuden allí un día por encargo de su madre para que Dionisio, el dueño, arregle el desperfecto de un cuadro. Para su sorpresa, cuando van a recogerlo, lo que se encuentran es un extraño garabato cubriendo la cara del personaje del cuadro. Dionisio les dice que ha sido obra de su nuevo ayudante y los hermanos quedan muy intrigados. Dionisio les enseña otras “obras” del misterioso ayudante y los hermanos se sienten aún más atraídos por su extraña temática: un ser enterrado, una anciana en una habitación que parece colgar boca abajo del techo, un hombre alto con un sombrero de copa… A los hermanos les parecen verdaderas obras de arte que, además, quieren contar una historia. Por eso, le piden a Dionisio que les presente al autor, que trabaja silenciosamente en la trastienda. Allí encuentran a una persona muy extraña: un hombre grande, de mirada vacía, y con poca o ninguna intención comunicativa, pero que para su sorpresa empieza a hablar con gran dificultad. Se llama Robinson Dostoievsky y les cuenta su terrorífica historia en la que los hermanos se verán también involucrados, combinándose la curiosidad infantil y los acontecimientos fantásticos relacionados con un tesoro y con ciertas prácticas de brujería.