En cierto sentido, los evangelios no son un libro de religión, sino todo lo contrario. Explican la vida que llevó Jesús de Nazaret, un hombre que hizo y dijo tales cosas que entró en conflicto con los sacerdotes y con la observancia de no pocas normas religiosas y que tuvo tal enfrentamiento con los dirigentes del templo que acabó en los tribunales, con juicio y condena por agitador y subversivo.
Lo sorprendente, sin embargo, es que Jesús fue un hombre profundamente religioso, pero un religioso condenado a muerte por los representantes oficiales de su Fe, demostrando así que otra religión es posible y, sobre todo, necesaria. La religiosidad que enseñan los evangelios es una de las cosas más necesarias en estos tiempos de crisis. Es la religión que consiste, ante todo, en la vida honrada, responsable, transparente y solidaria. La vida que contagia bondad y felicidad. La religión que vence los miedos y da sentido a la vida.