Por culpa de una tormenta, el barco de Robinsón se hundió en el mar. Pero él, agarrándose a una tabla, llegó hasta una isla. Cansado y empapado se quedó dormido, hasta que un loro le despierta. Tras intercambiar unas palabras el loro se va. Robinsón decide rescatar del agua los restos del naufragio, entre los que hay una vela blanca. Cuando regresa el loro, viene con otro compañero, y parece que ambos animales se afanan en explicar a Robinsón cómo salir de la isla, hasta que por fin lo entiende: todos los loros de la isla, que son muchos, tomarán con sus picos la vela, y a Robinsón sentado en ella, y levantarán el vuelo.