Aunque la relación de Adrián con su hermano mayor no es muy buena, la descabellada idea de su madre, que les ha impuesto salir juntos, da un resultado inesperado. ¡La pandilla de skaters de Imanol acoge de buen grado al pequeñajo! Y la complicidad se fortalece cuando, casualmente, descubren unas extrañas marcas grabadas en la vieja catedral. Su mundo es el skate: la libertad que les da, su afán de superación, y su complicidad como amigos. La ciudad es su skatepark, y no siempre es un escenario fácil?