Todas las niñas quieren ser princesas, menos las perezosas, que prefieren ser bellas durmientes. Pero Eva siempre soñó con ser peluquera. Bueno, peluquera y maquilladora. Su mayor ilusión era peinar las cabelleras de las hadas del norte. O poner un poco de color en las mejillas de las reinas de las nieves. O cambiarle el peinado al príncipe, que el pobre salía en todos los cuadros con un estilo muy anticuado, con la raya muy marcada en el lado derecho, y más que un valiente príncipe azul parecía un tonto con una ardilla aplastada en la cabeza.