La anorexia nerviosa lleva a la autora –hasta ayer, una adolescente con la cabeza llena de sueños– a una unidad hospitalaria de psiquiatría. Náufraga en un vasto océano de angustia, miedo, tristeza y desesperanza, Aldara se aferrará a su cuaderno y sus rotuladores en un intento de mantenerse a flote y anclarse en la realidad. Así compuso este testimonio lúcido y valiente, en el que da cuenta de cómo la enfermedad puede ser derrotada y de cómo retomó el gobierno de su vida.