...El pequeño Sala tuvo un disgusto de muerte. Le pareció
que no hallaría la forma de continuar viviendo, que sin el perro todo resultaba insulso y sin objeto. Pasado el momento
de las lágrimas, el problema que se le presentó fue el de dar
un destino honorable a la cantidad de afecto que dejaba vacante la ausencia del Turco...
Brinca como un perro, reconoce su voz como un perro y ladra
como un perro... ¡pero no es un perro! En este entrañable relato,
que trata un tema cotidiano lleno de magia y ternura, la fuerza
del amor y la ilusión de un niño consiguen lo impensable:
que un simple cepillo se convierta en animal de compañía.