Martín Zapater (1747-1803) fue el mejor amigo de Francisco de Goya, más aún que Juan Martín de Goicoechea, pues fue a él a quien encomendó las relaciones con su familia en Zaragoza. No hay libro ni artículo sobre la vida de Goya o sobre el conjunto de sus obras, que no haga referencia a su amistad, muchas veces con un alto grado de imaginación por parte de quienes las escriben, pero con escaso o nulo apoyo en los documentos.
Nacido en una familia pobre (su padre era un maestro pasamanero), el hecho de que lo acogiese su tía abuela cambió completamente su vida. Comenzó administrando sus bienes, pero con el tiempo se convirtió en un importante comerciante, que llevó a cabo numerosas actividades: arrendador de rentas señoriales, miembro de una sociedad industrial, proveedor del ejército, propietario agrario… Incorporado a la política municipal zaragozana como diputado del común, el apoyo que en 1789 prestó a la ciudad para que Carlos IV pudiese ser proclamado rey sin un levantamiento popular en un momento de grave carestía, fue recompensando con su elevación a la nobleza, algo que nunca había ocurrido hasta entonces en Aragón con un plebeyo.
Fue también miembro destacado de la Real Sociedad Económica de Amigos del País (de la que fue tesorero entre 1790 y 1800), y sus gestiones fueron decisivas para la creación de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis (de la que fue consiliario a partir de 1798).
A diferencia de otros personajes de la época, no solo conocemos sus actividades, sino también sus opiniones y preocupaciones, gracias a que se han conservado más de un millar de cartas escritas por él o dirigidas a él, por lo que conocemos bien tanto su vida cotidiana y el círculo de sus amistades, como sus opiniones sobre diversas cuestiones, como los temores que la Revolución Francesa provocó entre los sectores dirigentes de la sociedad.
Estudiar la vida de Zapater nos permite conocer más a fondo algunos aspectos de la de Goya, no solo de la continua amistad entre ambos, sino también entender mejor otras cuestiones, como los motivos de su viaje a Zaragoza en 1790, su interés por justificar su origen infanzón, o los dos viajes que realizó a la ciudad en 1799 y 1802, el primero de ellos totalmente desconocido hasta ahora.