No se vivía igual la minoría de edad en entornos privilegiados que entre carestías y pobrezas. Un impreciso uso de razón modelaba, encauzaba o penalizaba, toda pícara niñez; masculina y femenina; urbana y rural. Las fundaciones pías del Quinientos y Barrocas eran espacio de apertura de diferentes caminos tras el abandono de la infancia; sendas de acogida que podían ser educativas, de orientación conventual, de apoyo a huérfanas para su futuro matrimonial, con destino laboral hacia el aprendizaje de un oficio o contratándolas como criadas. Rutas entrecruzadas, abiertas o pronto truncadas, para aquellos mozos. La carrera del estudio de la cartilla de la
doctrina cristiana de Valladolid de cara a conseguir criaturas para el cielo, vasallos
formados, cadetes instruidos y ciudadanos preparados en el colegio para medrar en
la civilización ilustrada se convirtió en objetivo eclesiástico y estatal capital.