«En memoria de los camaradas que murieron por la Revolución Nacionalsindicalista... Ni la Historia tiene derecho a juzgarnos».
«Soy camarada de una generación con destino propio. Nuestro destino de morir, mi mismo destino de morir me lleva a Eugenio, el muerto que yo ?que cada uno de nosotros? hubiera querido ser. Huérfanos de apoyo redimimos la tierra de España, para recibir el bautismo del trigo y el bautismo de la sangre. [?] Fuimos a la guerra convencidos de que en su fin podríamos decir lo contrario de la generación remarquiana: estamos totalmente salvados, aunque deshechos por las granadas. Somos jóvenes, elementales, orgullosos, católicos y revolucionarios». (Palabras de Rafael García Serrano en el proemio de Eugenio o proclamación de la primavera).
Eugenio o proclamación de la primavera, novela plena de violencia e idealismo, constituye el canto a una juventud considerada heroica y llamada al sacrificio, tanto si esos jóvenes llevaban camisa azul u ondeaban rojas banderas. Para entenderlo con nuestra mentalidad actual, hay que conocer las circunstancias que engendraron el fenómeno y las lecturas que alimentaron a una generación autopredestinada a luchar sin cuartel en los campos de batalla de la piel de toro por considerar que las opciones intermedias, democráticas, habían cumplido indecorosamente su ciclo y debían dejar paso a soluciones extremas, buscando atajos que en la Historia suelen desembocar en precipicios.
Una obra que renace del olvido y se enriquece con unas ilustraciones oníricas que buscan aliviar sus más duros pasajes.