La derrota sufrida en la Gran Guerra, con las ominosas cargas que supuso para la población alemana, propició una revolución que si bien trajo consigo el derrocamiento del Estado monárquico y militar del II Reich y la proclamación de la República de Weimar, supuso también el fin, paradójicamente, de toda tentativa de constitución de una democracia socialista. Esta nueva coyuntura política, que recogía las demandas de las distintas burguesías y de buena parte de las clases subalternas, se concretó también en un proyecto socialista que exigía una República de Consejos.