La batalla de Kinsale En 1601, 3.500 españoles fueron enviados al confín del mundo conocido, a la lejana e ignota Irlanda. El maestre de campo general Juan del Águila tenía por misión asegurar un puerto y ayudar a los clanes irlandeses que se habían rebelado contra la reina Isabel I de Inglaterra. Hasta ese momento, la isla era prácticamente desconocida para la mayoría de aquellos hombres, puesto que tan solo un puñado de marinos gallegos, cántabros y vascos había recabado en sus puertos del sur. El interior era un desierto verde, de brumas y caudalosos ríos, poblado por montaraces guerreros, llamados "salvajes" por ingleses y españoles.
El joven rey Felipe III, deseoso de emular las glorias de su padre Felipe II, había emprendido aquella expedición con el objetivo de asegurarse unas bases en la retaguardia inglesa con las que hostigar a la reina Isabel y desviar la presión que ésta ejercía sobre el comercio con las Indias y el apoyo a los rebeldes holandeses.
Sobre el papel el plan parecía perfecto: los hombres de los tercios españoles eran invencibles en el campo de batalla, su espíritu y valor indomables, su resistencia infinita y su moral alta. Sin embargo, la realidad superaría las expectativas: aquellos hombres, considerados por sus superiores como héroes mitológicos pero tratados como mendigos por la falta de medios y dinero, padecieron hambre, frío y enfermedades en un territorio hostil, asediados en la pequeña localidad de Kinsale por una fuerza inglesa que les triplicaba en número, sin posibilidad de escapatoria. A lo largo de casi 5 meses los españoles dieron sobradas pruebas de su merecida fama como soldados excepcionales.
Cuando a principios de enero de 1602 un ejército proveniente del norte de Irlanda alcanzó las cercanías de Kinsale con la intención de romper el cerco y socorrer a los españoles, ambos bandos comprendieron que aquello que se dirimiría en el campo de batalla era mucho más que el rescate de la guarnición, el futuro de la expedición y de la propia Irlanda estaban en juego.
Aquel 3 de enero de 1602 la Fortuna iba a sonreír a un solo bando. Que el lector retroceda en el tiempo y se sumerja en las nieblas de la Historia para conocer el destino de los hombres de la expedición a Irlanda del maestre de campo Juan del Águila.