El Almanaque de los Pirineos 2019 ya está listo. En noviembre de 1971, el Boletín Oficial del Estado recogía la autorización para la construcción de un embalse en el valle de Añisclo, un proyecto que presentaba la multinacional Hidro Nitro para alimentar de energía su planta de Monzón. Pero por primera vez desde la Guerra Civil, la sociedad civil altoaragonesa (clubes de montaña, asociaciones, Cámara de Comercio, Diputación Provincial, Federación Aragonesa de Montaña… etc.) mostraba abiertamente su oposición a una decisión del régimen.
El club Peña Guara de Huesca lanzó el manifiesto SOS Añisclo, que apostaba por la inclusión del valle de Añisclo en el proyecto de ampliación del Parque Nacional de Ordesa que redactaba el ICONA, algo que no se resolvería hasta 1982, casi una década después de aquel anuncio en el BOE.
La oposición al pantano de Añisclo, como síntoma de una sociedad en trance de cambio, marcó un antes y un después en la visión del Pirineo, y esa ha sido la motivación para que El Almanaque de los Pirineos haya elegido Añisclo para ilustrar la portada de la sexta entrega de la colección, que abarca la década entre 1965 y 1975.
Son los años del tardofranquismo, llenos de luces y sombras, que marcaron el futuro del Alto Aragón. La inauguración de los embalses de El Grado y Búbal, el sorprendente llenado de Mediano, sin previo aviso a sus habitantes, o el cierre de la línea internacional de Canfranc, contrastaban con la inauguración de Torreciudad, la construcción de una pista de hielo en Jaca y las aperturas de las estaciones de esquí de Cerler y Panticosa, que se sumaban a las ya existentes de Candanchú y Formigal, y esperaban a la de Astún, que ya tenía su proyecto redactado.
Son los años en los que despertó la conciencia medioambiental (conservacionistas frente a productivistas) y surgían las primeras voces que reclamaban la emancipación de la mujer. Por primera vez en la provincia de Huesca, una mujer ocuparía una alcaldía, la de Benasque.
El síntoma más evidente de esos años de cambio social, previo al que iba a darse poco después en lo político, fue la aparición de una nueva publicación, el periódico quincenal Andalán (1972), con José Antonio Labordeta y Eloy Fernández Clemente como principales estandartes, que en pocos meses se convertiría en correa de transmisión de las nuevas ideas. A ese Andalán, el Almanaque de los Pirineos ha querido rendirle su particular homenaje.
En lo cultural, el Pirineo asistía a la fundación de una escuela de pintura en Berdún de la mano de dos profesores ingleses, y presenciaba la apertura de un simposio internacional de escultura en la val d’Echo, con Pedro Tramullas como principal factótum. Eran los primeros síntomas de la llegada al Pirineo de lo que los lugareños llamaban ya hippies. Por otro lado, surgía en Sabiñánigo la Asociación de Amigos de Serrablo en defensa del patrimonio cultural, y aparecían las figuras de Anchel Conte y Francho Nagore (y Nieves Lucía Dueso o Josefina Loste) como cabezas de puente en la recuperación de la lengua aragonesa.
Estas y otras cuestiones son las que ha intentado recoger la sexta edición del Almanaque de los Pirineos, que saldrá a la venta el mes de noviembre.
Como en años anteriores, una ilustración-recreación de Saúl Moreno Irigaray presenta el volumen. El autor y productor del Almanaque de los Pirineos es el periodista jacetano Sergio Sánchez Lanaspa y el diseñador de la colección es el zaragozano Víctor Gomollón.
Estructurado en secciones a modo de un periódico o almanaque de época, el Almanaque de los Pirineos abarca Cultura, Sociedad, Deportes, Montaña, Etnografía, Economía, Infraestructuras y una sección de Contexto Internacional que sirve al lector para situarse en el tiempo que abarca y que en esta ocasión incluye Mayo del 68, la llegada del hombre a la luna, la guerra del Vietnam, el Watergate, o el golpe de Estado contra Salvador Allende, entre otros hechos significativos de aquellos diez años.