La autonomía moral exige de los ciudadanos el rechazo de toda norma basada en la autoridad. Nuestras acciones no pueden justificarse recurriendo a los mandatos de dioses, sacerdotes o caudillos. Ética sin religión es un alegato filosófico en pro de la capacidad argumentadora de los individuos en cuestiones mortales. Pero asimismo busca un equilibrio entre el dogmatismo y el relativismo sociologista. La tesis de Hume acerca de la imposibilidad de derivar las normas de los hechos no lleva al no-cognoscitivismo ético, a la negación de un método racional para dilucidar las disputas morales de manera sustantiva aunque conjetural. La invitación al silencio que hacia Wittgenstein ante las cuestiones opacas a la razón, con la consiguiente remisión de la ética a lo mistico, ha significado una nueva recaída en el dogmatismo por la vía del relativísmo excéptico. Esperanza Guisán ofrece una guía para buscar racionalmente principios de acción basados en nuestras pasiones treanquilas. Para la autora, los sentimientos humanos son el soporte último de una racionalidad moral que a su vez desarrolla la posibilidad de diálogo que no es otra cosa que la racionalidad que compartimos los seres humanos y que supuestamente nos define.