Thomas Carlyle nos dice: «Trabaja y confía», así se construye el destino, pues la naturaleza no forma criatura alguna sin infundirle al propio tiempo la fuerza de resistencia que necesita para defender su existencia. En estos apuntes espigados de entre su obra descubrimos la génesis de una idea fundamental de Carlyle: el concepto de heroísmo. Carlyle aboga por el culto a los héroes, entiende que la historia no es más que la biografía de los grandes hombres y defiende que todos tenemos la responsabilidad de desarrollar nuestro potencial heroico. Un héroe es aquel que confía en sí mismo, en lo más genuino de su ser, para realizar su vida, imponiendo un orden propio, un plan personal, al desorden de la existencia. En el «héroe» de Carlyle halló Nietzsche una primera formulación de su idea del superhombre. Sin embargo, nada más opuesto al héroe del escocés que el superhombre del alemán: para Carlyle el gran hombre heroico es un ser esencialmente religioso, consagrado a las realidades más allá de las apariencias, y absolutamente moral, que realiza su trabajo en el marco de una comunidad basada en la justicia.