Esta obra, publicada en 1930, se ha convertido en un clásico de la literatura filosófica ética y moral del siglo XX. Al adentrarse en sus páginas, el lector toma conciencia de la diferente manera que existe a la hora de abordar las cuestiones éticas en la tradición filosófica continental europea y en la anglosajona. El método seguido por el autor es el propio de la filosofía analítica, aunque teniendo muy presente a Aristóteles y su preocupación por aclarar los sentidos morales que se descubren en el lenguaje cotidiano. Dos son los objetivos perseguidos por la obra: refutar la teoría utilitarista del deber (Moore) y criticar el subjetivismo axiológico. Así, el autor pretende reivindicar el intuicionismo como base para elaborar una adecuada teoría del conocimiento de las realidades morales.