En 2002 Michel Onfray –uno de los pensadores contemporáneos más corrosivos y demoledores– abandona la práctica docente en un instituto de secundaria francés y crea, junto con un pequeño grupo de profesores de filosofía, una Universidad popular en Caen, sin títulos, sin programas oficiales y totalmente gratuita. Esta iniciativa entronca con el espíritu ilustrado de las creadas en el siglo XIX tras el caso Dreyfus y, más tarde, en Mayo del 68 por Deleuze y los situacionistas. Su objetivo es resucitar el Jardín de Epicuro, liberar a la filosofía de un sistema educativo que la falsea y traiciona y construir una comunidad filosófica de individuos emancipados capaz de ofrecer una microrresistencia a la suicida marcha del mundo, pues “sólo la construcción de un sí mismo radiante, soberano, solar y libertario es realmente revolucionaria”.
La comunidad filosófica es un incendiario manifiesto que testimonia esta experiencia: una utopía que, a raíz del éxito que ha tenido entre el público, ha cristalizado en la fundación de otras universidades populares en otras seis ciudades francesas y belgas.