San Anselmo es un pensador agudo y de vastos intereses, y una de las personas que más han influido en la configuración cultural de Europa. En efecto, no fue sólo un pensador profundo, sino también una influyente personalidad histórica, pues desde que fue nombrado Arzobispo de Canterbury estuvo en el centro de importantes acontecimientos políticos y eclesiásticos, encontrándose, sin quererlo, en medio de todas las grandes discusiones intelectuales de ese periodo.
Siendo Anselmo a la vez teólogo y filósofo, ha tenido gran influencia el modo en que establece la relación entre la fe y la razón, las dos fuentes de las que brota toda su especulación. Pero es especialmente conocido sobre todo por la prueba de la existencia de Dios que suele llamarse argumento ontológico. De todos modos, Anselmo ha sido importante, a lo largo de la historia de la filosofía, por otros muchos motivos, que en esta obra se tratan con detalle: la noción de creación, su concepto de rectitud (en el que se fundan sus definiciones de verdad, justicia y libertad), la compatibilidad entre libertad humana y presciencia divina, y el problema del mal.