«Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la tribuna», escribió Olympe de Gouges, en 1793. Arrebatar la palabra a las mujeres y así impedir que puedan definirse y reconocerse como sujetos libres es un indudable acto de opresión. El propósito del feminismo, como teoría política y movimiento social que aspira a construir una realidad más justa para mujeres y hombres, busca recuperar esa palabra acallada, manipulada y quebrada.
Entre las prácticas individuales de las feministas se encuentra el acto de escribir. En casi todas las tradiciones literarias, hubo mujeres que tomaron la palabra en diferentes momentos históricos para reivindicar sus derechos. En Occidente, la irrupción de un gran número de escritoras y, en sorprenden te simbiosis, de una potente teoría literaria feminista ha puesto en evidencia cómo el feminismo ha fecundado la escritura femenina. De hecho, podríamos seguir la genealogía de la reivindicación feminista a través de las escritoras de los tres últimos siglos, pues el derecho a la educación, al voto, al trabajo remunerado, al control de la natalidad o a tener una vida libre de violencia son temáticas y subtextos que impregnan sus obras.
Hoy, la lucha contra la violencia machista deviene prioritaria, una violencia que tiene muchas caras. Físicas y visibles, unas, solapadas e invisibles, otras, que a menudo son desenmascaradas a través de la palabra. En este volumen, Pilar Laura Mateo explora, huyendo de la simplificación y del excesivo academicismo, cómo destacadas escritoras actuales, Sara Mesa (Un amor), Claudia Piñeiro (Catedrales), Najat el Hachmi (El lunes nos querrán), Berna González Harbour (Las lágrimas de Claire Jones), Leila Slimani (Canción dulce), Vanessa Springora (El consentimiento) y Melania G. Mazzucco (Limbo), entre otras, abordan en las novelas estudiadas una de las violencias más perversas que conocemos, a la que Pierre Bourdieu de nominó «simbólica». Sus textos son un ejemplo del control que, en pleno siglo XXI, ejerce esta sofisticada forma de dominación sobre las mujeres. Anclada en las estructuras sociales y disfrazada de normalidad, hunde sus tentáculos más allá del universo visible y se infiltra en nuestra vida cotidiana produciendo unos efectos nefastos y, a veces, difícilmente detectables.«Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la tribuna», escribió Olympe de Gouges, en 1793. Arrebatar la palabra a las mujeres y así impedir que puedan definirse y reconocerse como sujetos libres es un indudable acto de opresión. El propósito del feminismo, como teoría política y movimiento social que aspira a construir una realidad más justa para mujeres y hombres, busca recuperar esa palabra acallada, manipulada y quebrada.
Entre las prácticas individuales de las feministas se encuentra el acto de escribir. En casi todas las tradiciones literarias, hubo mujeres que tomaron la palabra en diferentes momentos históricos para reivindicar sus derechos. En Occidente, la irrupción de un gran número de escritoras y, en sorprenden te simbiosis, de una potente teoría literaria feminista ha puesto en evidencia cómo el feminismo ha fecundado la escritura femenina. De hecho, podríamos seguir la genealogía de la reivindicación feminista a través de las escritoras de los tres últimos siglos, pues el derecho a la educación, al voto, al trabajo remunerado, al control de la natalidad o a tener una vida libre de violencia son temáticas y subtextos que impregnan sus obras.
Hoy, la lucha contra la violencia machista deviene prioritaria, una violencia que tiene muchas caras. Físicas y visibles, unas, solapadas e invisibles, otras, que a menudo son desenmascaradas a través de la palabra. En este volumen, Pilar Laura Mateo explora, huyendo de la simplificación y del excesivo academicismo, cómo destacadas escritoras actuales, Sara Mesa (Un amor), Claudia Piñeiro (Catedrales), Najat el Hachmi (El lunes nos querrán), Berna González Harbour (Las lágrimas de Claire Jones), Leila Slimani (Canción dulce), Vanessa Springora (El consentimiento) y Melania G. Mazzucco (Limbo), entre otras, abordan en las novelas estudiadas una de las violencias más perversas que conocemos, a la que Pierre Bourdieu de nominó «simbólica». Sus textos son un ejemplo del control que, en pleno siglo XXI, ejerce esta sofisticada forma de dominación sobre las mujeres. Anclada en las estructuras sociales y disfrazada de normalidad, hunde sus tentáculos más allá del universo visible y se infiltra en nuestra vida cotidiana produciendo unos efectos nefastos y, a veces, difícilmente detectables.