Ha llegado el momento de renacer como individuos y como sociedad, el momento de ver las cosas de otra forma, el momento de regirnos por otra ley y de gobernarnos por otro sistema. Pero también el momento de despertar, el momento de «quitarnos las legañas»; de dudar de la verdad y de quiénes nos la cuentan. En estos tiempos de desasosiego, de incertidumbre máxima por lo que el futuro nos puede deparar, es preciso que nos paremos a escuchar a nuestro «daimon», que prestemos nuestros cinco sentidos al genio que vive en alguna parte de nuestra alma y nos aconseja sobre lo que debemos hacer, que tengamos propósitos que nos trasciendan y vayamos más allá de lo que inmediata e inconscientemente nos planteamos. Es el momento de anteponer los medios a los fines y los deberes a los derechos y hacer de ello la única regla sagrada. Es el momento de ser otros hombres. Es el momento de habitar otro mundo.