Simultáneamente asociado a los avatares políticos, sociales y tecnológicos, el perfil de los productores del cine español dista de ser uniforme. Tipologías muy distintas han coincidido a lo largo de una historia en la que, desde sus inicios, se han unido en la lucha contra una colonización extranjera, a veces paradójicamente propiciada por los propios interesados, que obliga a debatirse en unos márgenes de cuota de mercado cada vez más estrechos.
Su actividad se desarrolla en un mercado abiertamente hostil, por
parte de unos exhibidores que viven del cine norteamericano o en el que
si la distribución ha prestado ayudas puntuales ha sido por intereses particulares. También dependen de un Estado que, además de protector, fue sancionador durante el largo período de la Dictadura. Y, si en los años cuarenta y cincuenta el cine español puso en pie pálidas imitaciones
del Sistema de Estudios de Hollywood, ahora se cobija bajo grandes empresas multimediáticas que también responden al nuevo modelo universal imperante en un paisaje audiovisual en perpetua ebullición.
Tras una investigación superior a los siete años, Esteve Riambau
y Casimiro Torreiro, profesores universitarios e historiadores con
una amplia dedicación al cine español, delimitan las tendencias que
la producción ha emprendido en nuestro país. El análisis detallado de
los perfiles y de las filmografías de alrededor de mil empresas permite establecer la naturaleza de unos profesionales que han buscado distintas fórmulas industriales, estéticas o sociológicas para atraer el público
a las salas. De ellos y de sus distintas dependencias respecto del Estado o del mercado surgen, en definitiva, las líneas maestras que caracterizan el cine español.