Este documentado ensayo de investigación histórica, biográfica y literaria viene a iluminar de una manera rigurosa e inesperada unos de los capítulos más olvidados –o mejor escondidos– en la agitada crónica de las relaciones entre la inteligencia y el poder que recorre el siglo xx. Se trata de los viajes que efectuó Camilo José Cela por América Latina a principios de los años cincuenta y de las circunstancias que rodearon el encargo, la escritura y la publicación de su novela La catira (1955). Unos y otros aparecen aquí por primera vez dentro de sus contextos originales, como factores y productos de un momento clave en la historia común de España e Hispanoamérica. Y es que, si los viajes, según se ve en este ensayo, forman parte por entonces de las políticas culturales del franquismo, la escritura y la publicación de la novela están igualmente vinculadas a las expectativas del gobierno del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, que le encarga la obra a Cela, y a los estrechos lazos diplomáticos que se tejen en esos años entre Madrid y Caracas. Como en un vivo fresco histórico, se anuda así, alrededor del affaire de La catira, una intrincada trama de intereses en la que se confunden la ambición personal de un joven y destacado escritor, los sueños de los inmigrantes económicos españoles que se instalan por miles en Venezuela, la propaganda de una dictadura, los objetivos internacionales de otra, la resistencia de los intelectuales venezolanos y el exilio republicano contra el autoritarismo. Gustavo Guerrero traza este fresco con pulso firme y extiende su reflexión a temas como la representación del otro latinoamericano en la España de Franco, el sentido de la doctrina de la Hispanidad como metarrelato cultural y político, o la justificación del caudillismo en el arte y el discurso oficial de la dictadura perezjimenista. Lo más notable, sin embargo, es la distancia justa que consigue para narrar este oscuro episodio y analizar unos hechos que, bajo otra pluma, se habrían prestado fácilmente a los peores excesos y al más bajo sensacionalismo. Sin afirmar nada que no esté sostenido en una amplia documentación y una extensa bibliografía secundaria, con una prosa sobria y elegante que maneja la ironía con habilidad, Guerrero huye de las generalizaciones y los abusos de lenguaje, para perseguir en los matices y en los detalles la otra cara de una realidad que hasta ahora se desconocía.