Tras la muerte de Rubén Darío, en febrero de 1916, el escritor y periodista Juan García Olmedilla, gran admirador del poeta nicaragüense, recopiló una serie de artículos y poemas publicados en los diarios a raíz del inesperado fallecimiento del que llamaron entonces Príncipe de las letras. Escritores como Miguel de Unamuno, Ramón Pérez de Ayala, Mariano de Cavia, Antonio Machado y Carmen de Burgos Colombine, entre otros autores, entregaron a las rotativas algunas conmovedoras loas expresando en ellas el adiós definitivo al autor de Prosas Profanas. En los días posteriores al fatal desenlace de Darío, Juan G. Olmedilla repasaba los recortes de prensa, en su labor de preparar el volumen conmemorativo que vería la luz a finales de ese año. Triste y solitario, organizaba en su escritorio el orden que llevarían los artículos que los oferentes habían escrito, mientras que en su mente todavía resonaban los gritos de los niños vendedores de periódicos, anunciando la trágica noticia: ¡Ha muerto Rubén Darío; el de las piedras preciosas!