Hoy en día la crisis está en boca de todos y son frecuentes las comparaciones con la Gran Depresión de la década de 1930, pero hay una diferencia crucial entre ellas: y es que, en la actualidad, ya no confiamos en la capacidad del estado para resolverla y trazar un rumbo nuevo que nos haga salir adelante. Muchos de nuestros problemas tienen su origen en la esfera global, pero el volumen de poder del que disponen los estados-nación individuales para afrontarlos es a todas luces insuficiente. La impotencia de los gobiernos suscita el cinismo y la desconfianza crecientes de los ciudadanos y por ello la crisis actual es, a un tiempo, una crisis de la capacidad de acción, una crisis de la democracia representativa y una crisis de la soberanía del estado.