Reunidos en esta antología que lleva como título La melodía del joven divino, los pensamientos, cuentos y críticas que aquí se encuentran ofrecen las claves interpretativas para comprender el misterio de una existencia radical y solitaria. De una sorprendente potencia filosófica y literaria, estos textos de Michelstaedter
poseen una clara intención de renuncia y una actitud combativa, que desvelan el carácter de un hombre incomprendido incluso para sí mismo.
La melodía del joven divino está al nivel de su obra maestra, La persuasión y la retórica. Su naturaleza fragmentaria le confiere por momentos una mayor contundencia. Michelstaedter se revela como un persuadido, alguien que no consume la vida presente en el anhelo de un futuro que nunca llega. Critica
con virulencia a la sociedad burguesa que ha usurpado la potencia mediante la sed de ganancia, aquélla que «tiene necesidad de la ciencia que le codifique
la abominación de su prepotencia, de la ciencia que le dé armas de fuerza desmesurada y artefactos de guerra que dominen el mar la tierra y el cielo». Como si escribiera su propio epitafio, Michelstaedter celebra la afirmación de la vida por sí misma, jamás supeditada a valores últimos o ideales, siempre creados por los hombres para huir del vacío existencial ocasionado por su carácter efímero: «La vida se mide por la intensidad y no por la duración ?la intensidad está en todo presente: la duración aunque sea infinita no está menos vacía si no es más que un sucederse de presentes vacíos».
En cierto sentido se agradece la decisión de Michelstaedter de suicidarse con sólo veintitrés años. De haber seguido escribiendo con tanta potencia y lucidez, quizá hubiera ocasionado el suicidio de muchos de sus lectores. Pero no por insuficiencia ?aquel suicidio del que hablaba Schopenhauer que es un lamento porque la vida no salió como esperábamos?, sino por abundancia, por penetrar la mentira que es la vida (sabemos que vamos a morir y, sin embargo, la vida depende por definición de que actuemos con un apego que contradice esta conciencia), al grado de que apagar suavemente la llama es sólo un ligero paso más hacia el abrazo de la totalidad.