Como si de uno de esos banquetes de sabios se tratara, se suceden en Comer como un rey los apuntes, las glosas y las disquisiciones en torno a los usos y costumbres de las mesas reales de la segunda mitad del siglo xix en España. Basándose en la ingente información de la Colección de Menús Históricos de la Biblioteca-Museu Víctor Balaguer, de Vilanova i la Geltrú (buena parte de los cuales fueron donados por el insigne Doctor Thebussem, uno de los primeros escritores gastrónomos de nuestro país), comienza la obra con una sesión vermú en la que se caracterizan genérica y literariamente las dichas mesas reales de Amadeo I de Saboya y de Alfonso XII, para pasar, a continuación, a describir un menú tipo o canónico, con sus respectivos servicios, que constituye el auténtico banquete; llegada la hora de la sobremesa, diversos temas tangenciales (como la historia del gazpacho, de la ensaladilla rusa o de la olla podrida) surgen y se entreveran con el humo de unos buenos cigarros puros, dilatando el tiempo en una suerte de eternidad que impide acabar el ágape.
Pero los libros, como todo en la vida, se acaban y este tiene a bien hacerlo dejándonos en el recuerdo una constelación de platos afrancesados (aquellos que eran a la financière, a la Thiers, a la Richelieu?), que fueron durante buena parte de ese siglo y del siguiente el non plus ultra de la cocina española e internacional. En paz y concordia unas veces, en franca y agreste contraposición otras, los platos genuinamente españoles se hacen su hueco, posibilitando con ello la eclosión de las cocinas autóctonas que tuvo lugar en el pasado siglo y que daría paso a la cocina actual, a la que en este libro no se olvida.
El análisis de estos elementos gastronómicos no se limita, sin embargo, a su aspecto puramente culinario, pues, a la vez que platos, ingredientes y preparaciones, se muestran en estas páginas las costumbres sociales de la realeza y la nobleza de la época, las relaciones internacionales de España en aquellos momentos de finales del siglo xix, de las que se derivan no pocas influencias culinarias, y una serie de presupuestos artísticos y estéticos que están presentes en la configuración de los platos, de su presentación y de las formas de la mesa.