«Haber inventado la tragedia es una hermosa medalla de honor; y esa distinción pertenece a los griegos...
Es evidente, en efecto, que la irradiación de la tragedia griega radica en la amplitud de la significación y en la
riqueza de pensamiento que los autores supieron imprimirle: la tragedia griega presentaba, en el lenguaje directamente
accesible de la emoción, una reflexión sobre el hombre. Sin duda, ese es el motivo por el que, en las épocas de crisis
y de renovación, como la nuestra, se siente la necesidad de volver a esta forma inicial del género. Se cuestionan los
estudios griegos, pero por todas partes se representan las tragedias de Esquilo, de Sófocles y de Eurípides, porque en
ellas esa reflexión sobre el hombre brilla con su fuerza primordial».