Reconocedme, soy el mismo: chiquitín, travieso, enamorado, con tendencia a exagerar estas cualidades o defectos, si es que lo son. (...)
Ansío penetrar con vosotros en la selva histórica que nos ofrecen los adalides republicanos en once meses del año 1873, año de sarampión agudísimo del que salimos por la intensa vitalidad de esta vejancona robusta que llamamos España.
Con estas magistrales palabras se inicia La Primera República, deslumbrante novela en la que Galdós, con su habitual perspicacia, nos sumerge en los acontecimientos e intrigas de una de las épocas más convulsas y apasionantes de nuestra historia.