Eran cuatro hermanas, cuatro muchachas, cuatro personalidades muy distintas.
Meg, la mayor, tenía unos modales serenos de señorita; Jo, la segunda, nunca estaba quieta y soñaba con una carrera de gran escritora. La dulce Beth, delicada como una flor, era la consentida de todos, y siempre pensaba en los demás. Por último Amy, la más pequeña, prestaba demasiada atención a su aspecto y se quejaba más que las demás por las cosas que no tenían.