Este diario se comenzó a escribir el domingo 15 de marzo de 2020, un día después de la declaración del estado de alarma a raíz de la pandemia del Covid19. El poeta responde a un impulso puramente personal: consignar las cosas que ve y piensa durante el confinamiento y así arrojar algo de luz sobre unas circunstancias que escapan a su control. Más allá del carácter tópico y hasta previsible del intento –uno más de los cientos de cronistas improvisados que compartirían su vivencia de la pandemia–, estas notas le sirven al diarista para ordenar y sosegar la mente y no dejarse llevar por las especulaciones. La vida en suspenso no renuncia a cierta ligereza y pretende aportar serenidad, paciencia y buen humor. Se trata, en última instancia, de mirar y escuchar el murmullo de la vida con una actitud de espera atenta, activamente pasiva. Cada época tiene sus neurosis, pero la «extrañeza» de estos días de reclusión –desde un rincón del mundo no muy distinto del de quienes lean estas notas– es sin duda como el agua: siempre encuentra el modo de filtrase y seguir camino.