Fernando VII es una especie de bufón que se dedica a comer y a visitar prostíbulos. Busca a una mujer que le divierta y que sobre todo le dé un hijo varón, ya que su hermano Carlos María Isidro y su esposa María Francisca intrigan para quedarse con el trono después de su muerte. En la corte también está Luisa Carlota, hermana de María Cristina, que está casada con el menor de los hermanos, Francisco, y que es la promotora de este matrimonio con la joven napolitana. María Cristina viaja así a Aranjuez para ocupar el trono junto a Fernando VII. Durante el viaje lee las cartas que le envía su prometido, que parecen las de un niño. Aún no sabe que se está metiendo en un país extremadamente complicado.
Quien dice que los gobiernos regentados por mujeres son mucho más pacíficos se equivoca. María Cristina, la última mujer de Fernando VII, fue quizá la reina con mayor vocación de poder que ha tenido España. Su presencia no pasaba desapercibida. Fue amada y odiada del mismo modo por todos los que la conocieron. Conspiró y robó, fue al exilio dos veces y no hubo negocio lucrativo que ella no intentara controlar. Se aferró al poder con puño de hierro, incluso desde la lejanía. Y cuando por fin le permitieron regresar a España, lo hicieron con la condición de que no estableciera en la península su residencia. Esta biografía narrada recrea por primera vez la agitada vida de una mujer que gobernó contraviniendo la imagen de una reina piadosa, honrada y sumisa.