Cualquier efemérides centenaria nos da siempre la ocasión para una reflexión y para ese impulso de volver a estrenar lo que a diario se nos concede como una herencia recibida, y al mismo tiempo como una tarea que nos empuja a la prolongación llena de creatividad fiel. Si queremos celebrar de nuevo con gozo y provecho una efemérides clariana con motivo del 750 aniversario de su muerte, hemos de saludar este camino eclesial que se nos abre: ser fieles al carisma de Clara de Asís, con una creatividad que no lo enajene, y con una fidelidad que no lo acartone. Éste es el reto y éste el camino. La historia cristiana de la Orden de Santa Clara tiene ocho siglos de fidelidad. El discurrir de tantas monjas clarisas que han sabido vivir en sus monasterios esa página evangélica que representa el clarianismo dentro de la gran familia franciscana, encuentra su punto de partida en la mujer con la que esa historia da comienzo: santa Clara de Asís. Precisamente el hecho de haber transcurrido tantos siglos introduce una legítima necesidad de saber leer el carisma de la Fundadora tras tantas épocas cambiantes y cambiadas. No es algo simple, aunque de suyo sea sencillo, como son siempre las cosas de Dios. Porque no toda lectura resulta siempre adecuada para entender y vivir lo que en un carisma se nos da. Se trata menos de leer en Clara lo que Dios escribió en ella, de recibir en Clara cuanto Dios en ella nos da. Esto es lo que nos jugamos cuando nos disponemos a mirar el don que representa Clara de Asís. A ello quiere contribuir la presente edición en lengua española de una serie de trabajos excelentes de la gran conocedora de Clara de Asís, la clarisa italiana Hermana Chiara Augusta Lainati.