Se llamaba Raimon Panikkar (Barcelona 1918 - Tavertet 2010). Erudito excelso, viajero infatigable, interlocutor fascinante, oficiante extático, escritor fecundo que iba más allá de la escritura y hablaba del silencio de la palabra. Siempre sereno y sonriente, fresco y lúcido hasta el final. Hombre bello y encantador, ligero y robusto, delicado y resistente. La leyenda es una mirada lejana, y aquí residen la fuerza, la belleza, la fascinación y la seducción que la impregnan. Panikkar se presentaba y era visto de este modo. Era un meteoro, un cometa, un relámpago. Siempre venía de lejos y luego desaparecía. Procedía de un rico pasado, compuesto de todas las tierras que había recorrido y de todos los conocimientos que había acumulado.
Más allá de la leyenda, la investigación biográfica nos permite superar el retrato hagiográfico y obtener una imagen más fiel a la realidad histórica. Si la obra de Panikkar es interesante, importante, fascinante y grandiosa, no lo es menos su trayectoria vital. Si se mira su vida con honestidad, delicadeza y respeto, y sin prejuicios, idealizaciones ni censuras absurdas, se encuentra en ella la clave de comprensión de su mensaje.