Los amantes de Chistau es una novela inspirada en la leyenda de la Basa de la Mora. La acción transcurre en el siglo IX, en torno al año 840. En esa época el Valle de Chistau ha sido absorbido por el obispado de Urgel, respaldado por el conde de Tolosa y por el Emperador carolingio Luis el Piadoso, que desea controlar y frenar la expansión hacia el norte del emirato de Córdoba. La novela narra la historia de un pastor de Plan, Martín, al que su senior le confía la venta de corderos en la feria de Aínsa, una ciudad gobernada por los musulmanes. Martín entra en contacto con los comerciantes árabes y despliega todas sus habilidades para sacar el mejor precio posible. El senior de Plan, lo mismo que el resto de sus habitantes, están contentos e incluso admirados del trabajo de Martín. Pero él no solo vende corderos: con sus veinticuatro años, se siente fascinado por ese nuevo mundo, más culto y refinado que su sencillo poblado pirenaico. De ese nuevo mundo forma parte una hermosa joven de ojos verdes, llamada Aisha, la hija del cadí.
La novela se adentra en las relaciones de amor y odio entre dos religiones, la musulmana y la cristiana, que comparten la creencia en un dios único, pero que llevan en su interior el veneno sectario e intolerante. El conflicto será inevitable. Martín conoce el mundo musulmán no solo de Aínsa, sino también de la Barbitaniya, lo que hoy es el Somontano de Barbastro. Conoce al gran gobernador musulmán, Jalaf ibn Rachid, fundador de la ciudad de Barbastro y residente en el célebre castillo de Alquézar.
El amor de Aisha y Martín, como el de Romeo y Julieta o el de Diego e Isabel, se impone frente a todo tipo de prejuicios, sociales, culturales y religiosos, y crece en el contraste entre una joven educada en los exquisitos modales de Bagdad y un sencillo pastor que apenas ha salido de su estrecho valle pirenaico.