Entre la 64257;cción y la realidad, viajamos hablando de literatura, de la buena literatura, la de los escritores que la sedimentan, la amparan, la construyen, le dan vuelo, y nos la devuelven en literatura novelada, carne de relato y por eso viva.
Avalancha es un juego de espejos construido con minucia. Fiel a su costumbre, el autor señala, al inicio, su intención, y luego nos deja solos frente a ese diálogo inagotable entre dos compañeros, antagonistas eternos y hermanos semejantes, alma y cuerpo, personaje 64257;cticio y autor 64257;ccionado, conciencia y actitud. Giménez Corbatón y Paulino Margeli quieren decirnos, tal vez, que la literatura es algo inseparable de la vida real, que somos seres soñados, proyecciones de nuestra imaginación, entes insondables y controvertidos, difíciles de asir.
Como esa Laura que, en la estela de la musa de Petrarca, acaso nunca existió, y muere para renacer a una vida libre y misteriosa.
Charo Usieto