En 1929 la revista Variétés publicaba un insólito «Mapa del mundo en la época de los surrealistas», cuya cartografía dislocada, de fronteras sorprendentes, anunciaba otras futuras puestas en cuestión de las prácticas narrativas consensuadas en nuestra cultura. Y es que transgredir el mapa equivale a revisar el mundo, porque el mapa no es sino el producto de cierto diseño «a la carta» que se propone e impone desde el poder. El cartógrafo no es el ser ausente y omnisciente que ha tratado de presentar la tradición: la geografía es combativa. Siguiendo el rastro de las cartografías codificadas, el presente libro plantea el uso de los mapas entre los artistas actuales como un arma arrojadiza contra las narrativas impuestas y sus trampas, implícitas y heredadas. Se trata de abordar el análisis de las metáforas espaciales, mostrando la imposibilidad de que puedan presentarse como formulaciones neutrales, apolíticas.