El cielo es un símbolo supremo, un arquetipo capital en todas las culturas porque une dos extremos: por un lado, la realidad física espacial, con sus sistemas planetarios, sus cuerpos celestes, energías cósmicas y movimiento mecánico; por otro, está vinculado a un mundo de metáforas, parábolas de verdades eternas, contemplaciones sagradas y emociones trascendentes. Este volumen pretende ser una antología ideal que ilustre mejor el imaginario acerca de la bóveda celeste. Entre los miles de posibles testigos y autores, se ha elegido a Plinio el Viejo, muerto en Stabias en el 79 d. C. durante la erupción del Vesubio y autor de la monumental Historia natural, la más célebre enciclopedia del mundo grecolatino, de la que publicamos aquí los capítulos del libro II dedicados a la Cosmología. Plinio define el cielo como un globo «en cuyo seno transcurren todas las cosas», dedica minuciosos análisis a los círculos celestes, enumera las estrellas, verifica los eclipses, nos recuerda que el arco iris es una mezcla de nubes, fuego y aire y muchas otras cosas. Pero su mirada no es fría y aséptica como la de un telescopio: cada dato se transfigura poéticamente, gracias también a la inevitable mezcla, muy común en los tratados de la Edad Antigua, de mito y ciencia. Las 90 bellísimas láminas en color de este libro ilustran el cielo eterno de la tradición geocéntrica del universo, desde los códices cristianos hasta los libros astronómicos del islam. Los cuatro ensayos introductorios servirán de guía al lector para orientarse en el maremágnum de interpretaciones que, sobre el cielo, nos llegan desde la Edad Media.