El recuerdo de los lugares y las relaciones métricas conlleva, pues, distorsiones fantasmagóricas que vuelven a la reproducción del espacio a partir de la memoria poco fiable en relación con la realidad rememorada. Precisamente porque el espacio es recordado es ya lugar. La secuencia de los espacios es correcta, es decir, la percepción de la estructura organizativa del espacio se da con gran eficacia; son los espacios que el inconsciente agranda y deforma. La percepción del espacio urbano conlleva operaciones de adicción, substracción y deformación, de manera que recrea experiencias específicas que pueden posibilitar la evocación de los movimientos afectivos, sentimientos, que están asociados a aquel espacio, y que le otorgan un significado específico para el sujeto. Esta idea nos viene confirmada a través de una observación encontrada en los escritos de Freud, para quien la estructura de los recuerdos se parece a la de una ciudad en ruinas, de donde se deduce que hay una estructura que aún es legible, aunque las formas puedan sufrir distorsiones significativas para significar mejor los afectos que discurre