Corría el año 2004 cuando visitamos por primera vez Puy de Cinca. Acompañamos en aquella calurosa excursión a mi tío Francisco Gabás, de casa Vidaller. Desde ese momento hasta hoy, lo hemos visitado prácticamente todos los años, exceptuando ese año negro que fue el 2020. Durante todo este tiempo, hemos recorrido sus maltrechas calles, hoy por hoy engullidas por un océano de maleza verde. Hemos tomado cientos de fotografías, estudiado su iglesia y sus ermitas y, por supuesto, entrevistado a varios de sus antiguos vecinos. También hemos conseguido alrededor de un centenar de fotografías de cuando el pueblo rebosaba vida. Este trabajo pretende restaurar, al menos, la memoria de Puy de Cinca. No hay otro objetivo ni intención. Teníamos una deuda con este lugar y la sincera necesidad de saldarla, dejando por escrito, aunque sea de manera somera, cómo transcurrió allí la vida de sus últimos moradores.