El autor con estas interesantes memorias nos sumerge en su dilatada vida de luchador antifascista y en el periplo colectivo de una buena parte del campesinado aragonés del siglo pasado. Nos habla de las duras condiciones de vida que suponían la eterna servidumbre ante los caciques, de la emigración como única salida de la miseria, de las ilusiones vividas con la proclamación de la II República, de la cultura libertaria, de los Sindicatos de la CNT, de las huelgas campesinas por la jornada de ocho horas y por la llegada de la ansiada revolución.
No acerca a la represión bajo la que cayeron decenas de angüesinos a manos de los militares sublevados y a la guerra en la que se vieron obligados a combatir y a morir. A la mayor experiencia de transformación de la vida social, económica, política y cultural en la historia del sufrido campesino aragonés tantas veces ignorada por los historiadores de la guerra civil. A la intensidad con que se vivió en Angüés y toda su comarca la anhelada colectivización de los medios y bienes de producción.
Con la derrota en la guerra llegó también el exilio. El paso por los campos de concentración franceses, la huida de los nazis, su participación en la Resistencia francesa y su integración en la guerrilla de la UNE como guía pasador en el Sobrarbe.
No acabó aquí su militancia, participante de lleno en la reconstrucción de la CNT en el exilio, Martín no ha dejado de difundir sus ideas y participa en todas aquellas iniciativas que se realizan a ambos lados del Margüinazo -el Pirineo-, como lo llamaba su padre.
Definitivamente con estas memorias Martín se reencuentra con su tierra de la que nunca, ni la dictadura, ni el miedo, ni la amnesia colectiva que ha vivido este país ha logrado arrancarlo.