Un ensayo de carácter divulgativo sobre el ser humano. El autor prescinde de
las concepciones abstractas y librescas que se utilizan con frecuencia para
explicar el ser humano y que le parecen insuficientes y hasta a veces erróneas:
prefiere aproximarse al otro, a su prójimo, con un modo de mirar solidario, y
olvidar los antiguos y encorsetados saberes en busca de un saber sencillo y de
unas verdades simples que nazcan directamente del saberse y sentirse un humano
entre humanos. Desde una honda cordialidad y simpatía, va repasando en breves
capítulos de lenguaje directo y cálido, muchos de los temas antropológicos y
psicológicos clásicos: la aparición del ser humano, el surgimiento de la
identidad propia, los territorios de lo inconsciente; los deseos, la sexualidad
y el amor; la agresividad y la culpa; el dolor y la enfermedad, el sufrimiento
mental en todas sus variantes; la locura, la muerte, la posibilidad real de la
felicidad.
Esta obra se plantea un reto ambicioso: descubrir qué es lo humano. Como en un
cuaderno de viaje, atravesamos ciudades ruidosas y bosques en silencio,
profundos valles, hacia el interior del hombre en busca de la esencia que le
distingue de los demás animales: una mente racional y sentimental, una especie
social, un ser y una colectividad que tienen memoria y existen en tanto que se
recuerdan. Con sexualidad y sentido de la culpa, ansiedad y de ahí, diversas
patologías. Tras recorrer un camino tan largo, el viajero se encuentra
nuevamente en el punto de partida pero más sabio, menos arrogante.
Largo ha sido el viaje, muy largo. Hemos intentado hablar del humano, de ese
ser dotado de un órgano mental asombroso en el que se encuentra su más íntima
textura y donde se tejen los hilos que lo unen a sus semejantes; de ese ser en
construcción constante, capaz de transformar la naturaleza y su propia
naturaleza; de ese empedernido creador de mitos y de reflejos ensoñados; de ese
ser que se desconoce y se engaña, y que también puede asumir sus propias
verdades, por dolorosas que éstas sean a veces; de ese ser que sufre y se
angustia, y que también alcanza momentos de humana felicidad; de ese ser que
aún arrastra consigo los instrumentos de su pasado originario y la fuerza
impulsora de su mundo pulsional; de ese ser dotado del humano amor y forjador
de la pulsión espiritual su creación más privilegiada; de ese ser capaz de lo
mejor y de lo más inimaginable que se dirige hacia futuros que, en gran medida,
aún dependen de lo que construya con sus fuertes y dulces manos.
Largo ha sido el camino que hemos realizado juntos. Me ha gustado acompañarte
en las tranquilas noches y por tempestuosos mares, preñados ambos de sueños y de
ternura, y también en los brumosos y ásperos atardeceres en que lloramos
juntos. Ésos han sido los frutos recogidos, y ese el texto que puedo ofrecerte.
A ti, de mirada tierna y cruel, mi semejante de luz y sombra. A ti, tan
humano.