María Vera compone a través de poemas y prosas poéticas una carta abierta a una generación atormentada por la fugacidad y el miedo a sentirse. Un libro sobre cómo lo salvaje y lo instintivo del ser humano sale a la luz ante el dolor. «De niña jugaba dentro de la piscina hasta que mis labios se teñían de azul violáceo. Hacerse mayor es decidir pintarlos de rojo para tapar todo ese frío. Para que no se transparente la rasgadura, lo humano, la fragilidad, la sombra. Pero esta hambre, ¿cómo se oculta?». Los instintos, aquellos que nos condicionan, reductos de nuestra animalidad, pero también los que nos divierten, los que nos invitan a seguir apostando a este juego peligroso de vivir, son los protagonistas de este manifiesto colectivo. María Vera compone en estas páginas a través de poemas y prosas poéticas una carta abierta a una generación atormentada por la fugacidad y el miedo a sentirse.