«¡No quiero seguir siendo rey!». Conan, veterano de mil batallas y vencedor de otros tantos guerreros, magos y criaturas de la oscuridad, pronuncia esas palabras con gran decisión. Sin embargo, cuando le informan de que la partida diplomática que dirigía su hijo ha sufrido una emboscada y que el príncipe ha muerto en ella, el rey bárbaro siente en el corazón una punzada mayor que la de cualquier espada.
Abatido por la pena y la culpa, al cimmerio lo embarga la melancolía, lo que amenaza con romper su reino en pedazos justo cuando su poderío es más necesario.