El narrador de Doctor Krupov (1847), álter ego del autor, es el portavoz de una desencantada visión de la vida, colmada de un resignado pesimismo que recuerda al de ese otro doctor del Tío Vania, de Chéjov. En su discurso, cargado de ironía, arremete contra ese obtuso afán por legitimar el comportamiento irracional de los hombres, la insania cotidiana que supone permitirles continuar existiendo de acuerdo con absurdas tradiciones. Para Krupov, la locura es una constante omnipresente a lo largo de los tiempos, sin distinciones sociales ni culturales, lo que convierte a la Historia en la auténtica «autobiografía de un loco».
En La urraca ladrona (1848), la otra nouvelle que completa este volumen, el diálogo mantenido entre distintos personajes en torno a la condición de la mujer y a los roles femeninos en el teatro da pie a la narración de la vida de Aneta. La historia de esta extraordinaria actriz de provincias caída en desgracia servirá a Herzen para denunciar la injusticia del sistema de servidumbre, que no sería abolido hasta 1861.