Travis Olsen no tuvo una infancia feliz, pero hasta que no cumplió la mayoría de edad, no pudo escaparse de ese infierno. Cuando era pequeño solo soñaba en estar en el rancho de su abuelo, en Wyoming. El único lugar en el mundo dónde había sido feliz. Sandra Sivianes, era una feliz estudiante de veterinaria y cuando se enamoró de Fernando la vida parecía sonreírle aún más. Hasta que la mandó dos veces al hospital. Entonces su vecina, pariente de Frank Olsen, le ofreció su propio nombre y un lugar donde refugiarse. Cuando llegó al rancho olvidado, sabía que podía quedarse allí, siempre y cuando Travis Olsen, el heredero, no regresara. Ella aceptó ocupar el rancho. Y todo hubiera salido bien si Travis no hubiera vuelto dispuesto a quedarse, no solo con el rancho, sino también con su corazón.