El libro de Carlos Tarazona rinde homenaje a los obreros que trabajaron intensamente durante trece años en la cabecera del río Gállego, en un periodo y unas obras que hasta ahora no habían sido publicados y que conllevó la pérdida de muchas vidas debido a accidentes de trabajo y la silicosis, en gran medida silenciada.
Casi nadie en su sano juicio hubiera pensado en la opción de construir, a más de dos mil metros de altura, unas obras de envergadura como las que se realizaron en la cabecera del río Gállego. Ni los mismos proyectistas acertaron tampoco en todas las dificultades, previstas y sobre todo imprevistas, que su ejecución acabó suponiendo. No debe extrañarnos la orografía ni la climatología pirenaica, pues siempre jugaron en su contra. Además, la escasa mecanización de aquellos años obligó a echar mano de la tracción animal y de centenares de obreros, venidos de fuera en su gran mayoría.
Cualquier esfuerzo estaba bien empleado con tal de lograr el principal objetivo. La producción de energía mediante la turbinación de ingentes volúmenes de agua por medio de hasta cinco centrales construidas, permitió obtener grandes beneficios. Para hacerlo posible, a mediados del siglo XX, más de una veintena de ibones pirenaicos fueron represados y perdieron su nombre, pasando a ser denominados como meros lagos. La mayor capacidad de retención de agua entre todos ellos se constituyó en la principal garantía para que este complejo sistema de centrales hidroeléctricas, haya continuado generando electricidad sin parar hasta nuestros días.
Este libro tan solo quiere poner en valor todo el trabajo que se realizó en la cabecera del río Gállego durante más de trece intensos años (1946-1959). Además, se trata de unas obras y un periodo sobre el que nadie ha publicado prácticamente nada hasta ahora. Sus páginas también pretenden rendir homenaje a todos esos obreros que lo hicieron posible gracias a su gran sacrificio, tanto que implicó la pérdida de demasiadas vidas. Accidentes de trabajo pero, sobre todo, la silicosis fueron las principales causas. Éstas segundas, casi siempre resultaron silenciadas