Vivimos en la era de la televisión hiperpersonalizada, del consumo compulsivo de contenidos, de la televisión en todas partes, de la fragmentación de audiencias y de la atención dividida, del boom de las series y de los programas fenómeno que se olvidan casi tan rápido como se consumen. Todo ello por un precio asequible, pero con un coste innegable para el espectador. La adicción que genera la dopamina que segregamos cuando hacemos maratones de contenidos, la monitorización exhaustiva a la que estamos sometidos o el impacto que en la formación de nuestro criterio tienen estos servicios, que se esfuerzan por colocarnos delante únicamente aquello que nos gusta, son la cara oculta de estas plataformas que se han convertido para muchos en una auténtica necesidad. Bienvenidos a la nueva televisión.