En enero de 2016 se cumplirá el quinto centenario de la muerte del rey Fernando II de Aragón, llamado el Católico, vigésimo en La línea de la monarquía aragonesa inaugurada por Ramiro I en 1035. Nacido en la villa aragonesa de Sos el 10 de marzo de 1452, falleció en Madrigalejo, aldea extremeña próxima a Trujillo, el 13 de enero de 1516. Los españoles y por supuesto los aragoneses, debemos aprovechar esta conmemoración para recuperar su memoria y poner en valor su obra, que más allá de opiniones y sentimientos, sirvió para integrar los impulsos surgidos en la Península durante la Edad Media y dirigirlos por el camino de la Modernidad de la cual somos todos herederos.
La exposición Fernando II de Aragón, el rey que imaginó España y la abrió a Europa, organizada con ese fin por el Gobierno de Aragón, se articula en torno a cuatro ámbitos que recrean al propio rey y aspectos de la sociedad de su tiempo: la conciencia de un linaje, el centro de una gran constelación, un mundo interior de contrastes, y el reconocimiento de Fernando II de Aragón como monarca universal. En ellos se ha reunido un destacado conjunto de pinturas, esculturas, orfebrería, joyas, armas, grabados, miniaturas, textiles, cerámica y documentos varios, hasta un total de ciento cincuenta obras. La procedencia de todos estos objetos comprende un amplio marco geográfico: Aragón, resto de España, Francia, Italia, Ciudad del Vaticano, Reino Unido, Austria, Alemania y Holanda. Por primera vez se pueden contemplar juntos todos los retratos individuales conocidos del rey. Se trata de los ejemplares de Windsor, Poitiers, Viena, Berlín y Londres.
La idea del proyecto es mostrar la dimensión universal del monarca, inmortalizado al final de su vida en la estancia vaticana del Incendio del Borgo. Con la recreación de las pinturas de esa sala finaliza el recorrido.